La conquista
¡Pura Vida!
¡Pura Vida!
Aterrizamos en Costa Rica, el mismo 10 del mismo septiembre, pero quien sabe a que hora en cada lugar del mundo, porque nos tardó un poco entender la descomposición y recomposición horaria en la que nos habíamos sumergido dentro de aquel avión. Son solo 3 horas de diferencia entre Nueva York y San José (Capital de Costa Rica) pero en mi hicieron un gran abismo entre el pasado y el futuro.
El 'mico' |
Anita Calderón, mi prima, esa familiar que todos tenemos viviendo en otro país, estaba esperándonos en el aeropuerto. Lo primero que nos mostró del país fue su moneda; Un billete colorido, con un mico como imagen. –Un mico! no prima, un mono, porque si dices mico en Costa Rica puedes ser malinterpretada - Dijo Anita un poco sonrojada, puesto que mi voz no fue en tono privado cuando exclame: ¡Un mico! Desde entonces tengo un ridículo recuerdo acerca de la palabra mico en mi mente; basta con entender que todo hace parte de una cultura, como la arepa o los sapos en Colombia, por ejemplo.
Cuando llegamos a la casa de Anita, su mamá lo que significa mi tía Norma, estaba esperándonos con unos ‘vinitos’ para celebrar que habíamos llegado; así entre copas e historias ‘ticas’ (Gentilicio para aquellos nacidos en Costa Rica) pasamos la primera noche. Nuestro plan de conquista para estas tierras "Pura vida" (Frase insignia de Costa Rica y su estilo de vida) habia iniciado.
Anita y Norma |
En un viaje con el presupuesto como el nuestro, tener una reservación en un hotel de lujo suena a que teníamos algún as escondido en esas mangas que nunca usamos en aquel clima tropical. Debido a que se acercaba el cumpleaños de ‘Alesito’ merecíamos al menos una noche 5 estrellas para celebrar. Así que entre lo mas recóndito de la madrugada encontramos una noche en un hotel a mitad de precio y con cena para dos incluida. Un comodín que no podíamos desperdiciar.
Cumpleaños 'Alesito' |
Esa noche fue larga, después de comer y con la culpa de haberlo hecho dos veces, nos fuimos a buscar alguna aventura de bar ¡Y si que la conseguimos! Entramos a uno que parecía el mejor del pueblo, era exótico y la música hacia algún llamado de emergencia para bailar. El inconveniente fue que el único que consiguió pareja de baile aquella noche fue ‘Alesito’ porque 10 minutos después de estar con nuestros margaritas en la mano reconocimos que era un bar gay; Nada extravagante pero muy llamativo y para nuestra sorpresa, bastante divertido. La pasamos muy bien a pesar de que no logré convencer a ‘Alesito’ de salir a bailar.
Atardecer en Manuel Antonio |
Amaneció de nuevo y yo sin poder dormir por la ansiedad o tal vez por algún temor provocado sin fundamentos, me levanté con un nuevo plan en la mente. Nos iríamos a navegar en busca de ballenas. Se dice que a esta zona del Pacífico en esa temporada del año, estos hermosos animales inmigra para tener sus crías en tierras un poco mas cálidas. Y no los culpo, porque el sabor costero no se compara con nada.
Ballena jorobada |
Se cumplía nuestro cuarto día en estas nuevas tierra lejanas y yo seguía hambrienta de aventuras; así que recogimos las maletas y nos embarcamos hacia un nuevo destino. En mi mente solo tenia como objetivo llegar a Moctezuma, una playa aislada de la civilización y dedicada al rescate y estudio de tortugas.
Para llegar allí tuvimos que tomar un bus, un ferri y después otro pequeño bus que parecía estar atravesando la selva más espesa y misteriosa del mundo. Todos sus pasajeros incluyendo ‘Alesito’ se fingían taciturnos e hipnotizados por algún hechizo indígena, estaba anocheciendo y yo sentada en el sillón de ese bus antiguo, me sentí en medio de la nada sin saber hacia donde me dirigía, seguramente también fingí estar hipnotizada por un instante.
Llegamos casi a la media noche y sin la suerte que siempre me acompaña. No encontramos hostal disponible y los hoteles sobrepasaban cualquier presupuesto. Después de todo Moctezuma había dejado de ser un pueblo sin aparente civilización como lo imaginé al navegarlo en internet y ahora puedo decir con la experiencia de lo vivido que merece un título un poco más turístico. Por lo cual decidimos finalmente acampar el jardín de una casa de madera situada frente al mar. Tal vez la luz encendida de aquella casa y el sentir que estábamos de alguna manera en compañía nos dio la seguridad de estacar nuestro camping de 10 dólares, el mismo que después de un aguacero que empezó a las 3 de la mañana, nos dejó con las maletas en bolsas plásticas y sentados sobre la arena, sin la mas mínima parte de cuerpo o de la ropa seca. Asi esperanmos el amanecer. -Menos mal no me cambié y sigo con el vestido de baño, "Pura vida". Dije cuando empezó a escampar al amanecer.
Caminamos durante la mañana y como ya lo habíamos comprobado la noche anterior, Moctezuma es un pueblo costoso, turístico y sin mucho que hacer (si no tienes dinero, claro esta) Así que lo exploramos un poco; Visitamos el centro de estudio de tortugas, ayudamos en el rescate de una muy pequeña que andaba sin rumbo en la playa y decidimos continuar con el atardecer.
Nuestro dinero empezaba a hacerse escaso y aún no llegábamos a la mitad del itinerario en Costa Rica. Pero sin detenernos a pensar en detalles “mínimos” como el dinero, continuamos con dirección a Guanacaste, nuestro destino final y paraíso turístico del país. Accidentalmente en el camino llegamos a Santa Teresa, un pueblo exótico, en el que encontramos lo que estábamos buscando en Moctezuma y en el que encontré también la panadería (The bakery, como se llama) mas exquisita de todo el continente. Una argentina que paso por allí, también por casualidad varios años atrás, no pudo abandonar este paraíso y ahora se dedica a vender felicidad con sus celestiales éclairs de chocolate (tipo de pastel o postre francés). Uno cada día de los tres que vivimos entre Santa Teresa y Mal País hicieron a mi corazón y mi cintura sonreír con felicidad genuina.
Lastimosamente la sonrisa se desvaneció cuando la mañana que planeamos embarcarnos por fin a Guanacaste, contamos el dinero que nos quedaba y escasamente teníamos para regresar a San José y esperar nuestro vuelo de regreso a Nueva York. Aun teníamos 4 días y no pudimos seguir conquistando más tierras. El poco dinero que nos quedaba se esfumó veloz entre éclairs, ‘cervecitas’ y hostal. Así que llegamos esa misma noche a la capital, donde Norma y Anita Calderón estaban alistándonos un cuarto en su casa para esperar el vuelo. Pudimos descansar los siguientes 4 días, tener cama y comida decente; pero nos marchamos con la nostalgia de no haber colocado la bandera de conquista en Guanacaste. Tal vez en otra oportunidad, tal vez en otra aventura. Porque el 23 de septiembre ya nuestra odisea de "Pura vida" había acabado y mis maletas empezarían a ocuparse con bufandas gorros y guantes para mi primer invierno en Nueva York
CONTINUARA...
CONTINUARA...