domingo, 9 de febrero de 2014

DIARIO DE UNA COLOMBIANA EN TIERRAS LEJANAS (PARTE IV)


LA GRAN MANZANA
Turno 07-04-13

'Alesito'
Uno de esos dos abrazos que me traje de recuerdo para Nueva York, cuando salí de Colombia, fue el de Alexander o ‘Alesito’ como lo llama mi mamá.  Sin embargo, ese lo saque de la maleta en mayo del mismo año cuando lo reemplacé por abrazos a diario. ‘Alesito’ llegó ese mes a Nueva York a acompañarme por un ‘ratito’ en mi aventura.

Era Julio y decidimos conocer juntos la Gran Manzana, y que mejor fecha para recorrerla que el día de la independencia de Estados Unidos (4 de Julio). El turno de la gran Manzana había llegado y nosotros estábamos a la expectativa de encontrar una espectacular bienvenida con fuegos artificiales, desfiles y demás.

New york desde Brooklyn Bridge
Con ‘alesito’ coincidimos en una cosa: “Cuando llegas a Nueva York lo primero que aprendes es que no sabes inglés”; por lo cual, nos tocó adaptarnos bruscamente al acelerado dialecto neoyorquino. Sin embargo, aquello del idioma fue algo que se hizo mínimo después de un par de cuadras andadas; recorrer las calles de esta ciudad es fascinante, puedes tomar a tu compañero de viaje de la mano y aún sin pronunciar palabra alguna, descubres que a tu alrededor camina contigo la cultura del mundo.

Escuchas todos los idiomas que puedas imaginarte, incluso aquellos que no. Ves personas de toda clase, sin clase, con tradición y sin ella también. Es como poner en un solo momento y espacio al mundo entero. La arquitectura es antigua e imponente. Las calles son como de fotografía. Sientes el subway (tren subterráneo) corriendo bajo tus pies y caminas a paso veloz pero disfrutas cada centímetro que recorres. Siempre encuentras algo novedoso y atrayente, es como si la ciudad concursara por esquinas para llamar tu atención.

"Time Square"
Pasamos el día entero caminando y aunque no sentíamos los pies, tampoco sentíamos el cansancio; queríamos nuestra bienvenida. Estábamos ansiosos por ver los fuegos artificiales ya que el deseado desfile de cada año no fue para esa fecha; sería para noviembre en el día de acción de gracias. Llegamos a la hora indicada (8:00pm) a la parte sur de Manhattan, bajo el puente de Brooklyn; Allí una larga y refrescante bahía decora la orilla del Rio Hudson, el mismo que pasa por Rosendale y que desemboca en el Mar Atlantico de Manhattan.

"Un llanerazo de fondo"
Eran las 10:00pm,  nosotros estabamos  sentados en una banca de cemento a la orilla del río, y aún esperábamos el espectáculo; extrañamente este nunca inició. Estábamos algo desilusionados, no tuvimos nuestra gran bienvenida con luces y estallidos, pero aún estábamos sentados en la capital del mundo y solo con apreciar desde aquella banca la inmensidad de esta gran ciudad, que incluso bajo la noche continua despierta y despampánate,  fue suficiente para ser tomada como nuestra bienvenida.  Sentimos a Nueva York esa noche en nuestras manos.
Luego de un par de margaritas en un exclusivo bar de la ciudad regresamos al corazón de Mahattan (Time Square). El último bus de regreso a Rosendale se había marchado hacia una hora y nosotros no teníamos donde dormir esa noche. Igual no nos importó, estábamos animados, era verano y al son de unas tonadas llaneras pasamos la noche cantando, bailando y riéndonos de cada cosa que pasaba en el Time Square.

Después de que por fín amaneció, empezamos el día con un cafecito para remediar el sueño y emprendimos camino hacia el zoológico del Bronx. Era viernes y yo sentía el cansancio de un año completo en mis pies. Llegamos al zoológico y pagamos la costosa entrada con los últimos dólares que nos quedaban (Una semana después descubrimos que los miércoles la entrada es gratis) Caminamos durante todo el día y al final yo no sentía mis piernas y ‘alesito’ no quería caminar un centímetro más. El subway de regreso a Mahattan fue una tortura y nosotros solo queríamos llegar a Rosendale.

Fueron dos días en los que caminamos todo aquello que no habímos caminado en el año y  en los que bajamos de peso el equivalente a un mes de gimnasio. Pero valió la pena; teníamos nuestras almas repletas de cultura y nuestro apetito hambriento de más aventuras.

CONTUNUARA…










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