jueves, 28 de marzo de 2019

Calma y Tempestad


Estaba sentada en mi banquito de tranquilidad, 
inundada de placidez 
cargada de felicidad.
Estaba serena, 
estaba confiada 
y desconcentrada. 

Baje la guardia, 
solté el escudo 
y cerré mis ojos sobre el laurel. 
Olvide mi pasado 
y curé mis cicatrices con miel. 

Pretendí que no dueles.
Sin embargo...Dueles. 

El tiempo ayuda, 
el tiempo cura, pero no olvida
dibuja huellas, 
huellas que perduran, 
huellas finas y huellas duras. 
El óleo de cada herida deja su arte en el cuerpo 
y a mi lienzo aun quedándole mucho espacio que donarle al tiempo
tiene miedo. 

Tiene miedo a otros lienzos, 
y es que cada trazo es más bello, 
más maduro 
más sincero.
Pero lo pinceles desgastados marcan como un sello
y las almas con la edad van cansadas 
y ya no son abnegadas. 

La calma que inspiró mis versos 
que elevó mi ego 
y alimentó las páginas de mi cuaderno con un inmenso sosiego 
hoy me revuelca las entrañas 
y me apacigua el fuego. 

Estoy sentada en el borde de mi cama,
sin balsa 
concentrada 
confundida 
estoy despierta y con la armadura puesta. 



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