miércoles, 21 de septiembre de 2011

la prostitucion del lenguaje (recuerdos de un articulo olvidado)

no hay animo de ofensa solo de critica.....
(que esto quede en voz en off)

Abrir El espectador y leer en la sección de opinión artículos polémicos  como el de Alfredo Molano en contra de los “notables Araujo vallenatos y de Cartagena”, se ha convertido en una labor complicada y destinada para mentes ``brillantes` y `analíticas` que con leer el artículo una única vez, no se remitan a los Araujo que todo el país conoce, sino que necesiten de una exanimación detallada del texto para llegar a determinar quiénes son los Araujo de los que el periodista habla.

 Haciendo uso de la lógica universal, que rige las normas del lenguaje, generalizar los Araujo y otros, es hablar de cualquier notable con este apellido que además de eso este segmentado en esta región costera, o al menos es así como lo ve  la ley en Colombia.

Pero si ponemos en un contexto real a un personaje como Alfredo Molano, con la experiencia que trae acuestas, sabremos que no es de los que se sienta a escribir a la deriva, sin medir ni tener idea de la magnitud de las palabras que utiliza para expresar su punto de vista, sería ridículo siquiera imaginar que con el hecho de no mencionar directamente un sujeto pasivo, Molano generalizó el apellido Araujo y que notable puede ser cualquier persona que viva en Valledupar o Cartagena y que casualmente sea Araujo. Pongamos la sensatez en primera instancia y así no será necesario hacer una lectura minuciosa, como pretende Molano, para entender a lo que se refiere con su opinión.

Es apenas lógico pensar que cualquiera de los 40 Araujo, que conforman esta popular familia  costeña,  se sintiera aludido por las fuertes críticas del periodista y es más lógico todavía pensar que se tomarían medidas al respecto.

Enfrentarse a la justicia penal y ser acusado por injuria y calumnia es a lo que cualquier columnista se expone al hacer juicios y dar acusaciones tan graves en un medio.

Sin embargo es paradójico ver como el lenguaje se prostituye en beneficio del escritor, porque librarse de una condena evidente simplemente por tergiversar el verdadero enfoque de la opinión basándose en el uso de las palabras y en la ambigüedad que de estas resulta, no es un argumento del todo honesto y objetivo, es más bien un trampolín que utilizo la defensa para saltar más alto que las acusaciones y esquivar una sentencia justa.

Finalmente los hechos fueron concretos las palabras puestas en el orden y la forma precisa y a pesar de lo inusuales que fueron las pruebas que presento la defensa terminaron siendo lo suficientemente solidas para ganar.

Por esta vez el ejercicio de la profesión periodística  se salvo y no precisamente por una campana sino por la gramática y la riqueza del léxico que conforman el español. 

LAS CRUCES, MORADA DE UN SUEÑO OLVIDADO

Tras escuchar al autor de su crónica insignia leer las últimas líneas que cuentan su historia, sus ojos  se inundaron de las lágrimas que le producen el orgullo que siente por sí mismo y la tristeza de sentir que fue grande y ahora arrastrado por los años vive en el  olvido. Entre las longevas de su vejez en las  que se  perciben sus 83 años aun habita el espíritu de Mustafá ese joven emprendedor y entregado al espectáculo.

Jesús María Lievano como realmente se llama este ibaguereño que por años ánimo el comercio de telas, calzado y bisutería en el centro de la metrópoli, es ahora un habitante más de los peligrosos y arrinconados laberintos que componen el barrio más antiguo de esta ciudad, las Cruces.

Un sábado como cualquier otro decidí acompañar a Oscar Bustos, mi profesor, a recorrer las calles de la ciudad. Caminar por Bogotá resulta ya por naturaleza toda una travesía, tenía mi mente  suspendida en un limbo de posibilidades, no sabía lo que me esperaba y no sospechaba lo que en aquel sitio podría entender.

Caminamos sin afanes y sin el estrés común que me produce andar en la ciudad, desde la estación de transmilenio museo del oro hasta las Cruces, un barrio de esos que están etiquetados por la sociedad como uno prohibido para visitantes y atacado por la delincuencia. A escasas seis cuadras de la Plaza de Bolívar, aquella que tantas veces había visitado pero nunca había observado como aquel día, vive  Mustafá, el pionero de los payasos desde los años 50 en el centro de la capital.

 Pasar por el palacio de Nariño y ver como se van transformando las calles es sorprendente. Los contrastes que ofrece Bogotá son un motivo que amerita que las palabras se sumerjan en el papel y encuentren la manera perfecta de componer un texto que logre dibujar lo que se observa. Los rústicos andenes que sostienes las casa que llevan acuestas más de 100 años de historia  son la prueba de que para lograr transportarnos a un mundo mágico no es necesario recorrer miles de kilómetros de distancia.



Eran las ocho y media de la mañana y después de 15 minutos de camino, llegamos al parque principal del barrio. Como si fuera un pueblito de tierra caliente, de esos que caracterizan a este país, allá todos los vecinos se conocen con todos, en la tienda la musica amenizaba el partido de micro que se jugaba en la cancha y las personas ya estaban realizando sus actividades de fin de semana.

Esperamos durante cuarenta minutos a “chuchin” uno de los hijos de Mustafá, quien nos guiaría por nuestra travesía hacia su casa. Antes de que llegara, Oscar me había advertido de que “chuchi” tenía un pequeño retardo, esto se hizo evidente con su conversación, es una persona con problemas para leer y hablar, sin embargo, por el mundo en el que se desenvuelve, es consciente de la realidad en la que vive. Caminamos hacia la plaza de mercado, pero nos detuvimos a desayunar,”chuchin” nos aconsejo comer tamales “de esos que la vecina vende a mil o a dos mil y son buenos” dijo. Los tamales valían 1000 y 2500 los mas grandes, mientras comíamos recordamos que se aproximaba el nueve de abril y con esta fecha el aniversario de la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, aquel liberal, candidato presidencial en el 48 que vivió su infancia unas cuadras mas debajo de aquella tienda.

En mi reloj daban las nueve y cuarenta cuando llegamos a la plaza, “esto no es como me lo imagine” le conteste a Oscar cuando me preguntó como me parecía aquella edificación. Cuando me detuve frente a la entrada recodé aquel pasaje bíblico (marcos 11: 12-26)  donde se cuenta que Dios al ver convertido su templo de oración en un mercado enfureció como nunca. Pues la estructura arquitectónica parece más una iglesia que un mercado. Las columnas son largas lo que hace que el techo sea alto y la estatua del cóndor mezclado con pavo real que custodia la entrada desde arriba da la apariencia de un santo. La limpieza y la organización con la que allí trabajan son admirables, jamás había visitado ninguna plaza de mercado, o galería como solía llamarle yo de pequeña a este sitio, sin ceñir mi rostro por el mal olor o salir corriendo agobiada por la algarabía que se vive dentro de un lugar tan típico como este. La plaza de mercado de las cruces es algo diferente al estereotipo comúnmente conocido

Víctor es tal vez el comerciante mas antiguo de esta plaza, lleva cincuenta años trabajando allí y conoce su historia completa…

Compramos frutas y emprendimos el viaje hacia la casa de Mustafá, a la cual solo lográbamos llegar con la compañía de “chuchin” o de alguno de los integrantes de la familia, pues junto a estos recovecos  que compone el camino, limita la “olla” de las brisas, uno de los expendios de droga mas grande y desconocidos de Bogotá. “Esto es como atravesar por la cueva de Alibaba y los cuarenta ladrones, se necesita de suerte y unas palabras mágicas para pasar” me comento Oscar mientras seguíamos a “chuchin”, y realmente era así hasta hace unos meses. El nuevo CAI de la policía que implantaron en la entrada al laberinto como lo bautizamos ha reducido en un gran porcentaje las filas de indigentes, ladrones y drogadictos que  rodeaban estas calles.

Por fin llegamos, la puerta es una teja de zinc trancada con una piedra, al final de un pequeño corredor que inaugura la entrada, como no hubiesen bastantes antes de llegar, estaba doña Ilia Zemanate, esa mujer abnegada, solidaria y entregada a su hogar que desde hace casi 50 años acompaña por el camino de la mano a nuestro gran Mustafá.

Saludamos a toda la familia, su hija cristina, invidente desde hace apenas 10 años, su esposo también invidente, su hija Lorena y sus demás hijos. En el centro de un solar rodeado de arboles y alegría en una silla tomando el sol por fin estaba Mustafá, saludo entusiasmado a mi profesor aunque le reclamo por llevar casi ya dos años sin visitarlo, “ how are you?” escuché que dijo, me asombro que supiera ingles, pero era apenas el inicio de una cadena de asombro mientras lo conocía. Apenas me vio me brazo y exclamo “como esta de grande la muchachita don Oscar, está muy bonita” todos le repetíamos que yo no era la hija del profesor, pero parecía no entender y tampoco me importo hacerme pasar por la niña que lo conoció cuando tenía ocho años y ahora tiene 22. Nos sentamos a conversar y como si me conocerá de toda la vida comenzó a relatar sus historias.

Era grande comprendí en el instante mismo en que entre a esa casa. Sus aventuras y travesuras de joven aun viven en sus ojos que al mirarme reflejaban al hombre que cantaba y apodaban el gardelillo, al mismo que en el 64 enamoró a Ilia en una feria de Cali donde animaba una exposición de aves exóticas y se gano los corazones de muchos en Colombia.

“mire, lea” me dijo y como si fuese un pañuelo o un objeto típico de cargar consigo saco de su bolsillo un fragmento de la crónica que tanto le hacía recordar y sentir. Aquella acción me conmovió, es tal el orgullo que siente este hombre por lo que hacía que como un trofeo colecciona cada una de las publicaciones en las que aparece su nombre. 

“Mas conocido como Mustafá, el ultimo faquir en Bogotá”, como se titula la crónica,  es mas bien un símbolo de lo que significa en Colombia ser un artista. Su vida se resume en un álbum empolvado que junto a él ha envejecido. Hoja tras hoja nos fue mostrando cada una de sus experiencias, y como si los años no transcurrieran nos fue contando su pasado. Cada página tenía vida propia y cada fotografía tenía su historia, con unas reía, en otras se entristecía, se inspiraba o simplemente suspiraba, era como si sentarse en aquel solar, en su sacrificada casa, a recordar sus pasos junto a nosotros, significara mas que publicar  su vida en una revista, era como si estuviera viviendo nuevamente sus años mozos.

En mis recuerdos quedara marcada la imagen del gran Mustafá y el aren que componen su familia, en mi mente quedará para siempre plasmado el rostro de un hombre incansable que a pesar de permanecer olvidado por una sociedad que tanto lo necesito un día, continua sonriéndole a la vida y luchando por sobrevivir en un mundo no tan mágico como de árabes, lámparas maravillosas y alfombras voladoras  que soñó conocer.

UN SINÓNIMO DEL ARTISTA, MARTIN MACERA

LA VIDA COTIDIANA EN EXPOSICION
El aroma de los colores y la frescura de la inspiración  con un poco de locura penetran  el lugar. Entre cuadros, oleos, creaciones y magia hay un hombre que con sus manos dibuja lo que solo la mente humana puede imaginar.

Ascender por entre el aluminio de unas escaleras circulares colmó de ansiedad mi intención de conocer al artífice de aquellas obras que en algún momento impresionaron mis ojos, saber de dónde provenía tal creatividad y seguridad al plasmar sentimientos sobre materiales tan comunes como una caja de fósforos, una etiqueta o un trozo de ropa era algo fascinante.

Finalmente ahí estaba, de pie ante su siguiente creación, Martin Macera, el artista plástico que como si la vida le hiciera cosquillas siempre  sonríe y tiene alguna broma para apaciguar los minutos previos de una presentación.

Con un look alocado, despreocupado y sereno trabaja diariamente en su taller,  Ese que desde hace cinco años ha sido testigo de sus magistrales invenciones, ese que lo inspira y ciertamente está cargado de una energía positiva que tal vez inspira también a cualquier parroquiano sin ser artista.

Me deleite por horas con sus historias y con la emoción que demuestra al explicar cada una de sus obras, era como si al exhibirlas sintiera un orgullo tan grande como el de un padre frente a su mayor creación, un hijo. Cada una tenía sentido, cada una contaba una historia y era como si cada una tuviera una parte de  él  adentro.

Cuando le pregunte ¿Cuál es el objetivo de sus obras? Me respondió emocionado “llevo cinco años trabajando como artista, soy egresado de la facultad de  bellas artes de la universidad Nacional  y con mi trabajo solo busco hacer la diferencia, busco una identidad para que la gente me conozca”.  Y claramente la encontró con su técnica personal.  Desde hace cuatro años trabaja sus obras a base de cajas de fosforo el rey en las cuales plasma el rostro de personajes polémicos del mundo. Por ejemplo plasmó a Marilyn Monroe  sobre las cajas y con acrílicos. Si uno se acerca al cuadro solo ve el fuego de las cajas de fósforos y si se aleja capta con claridad la imagen de la mujer mas candente de EE.UU, una metafórica  y apropiada combinación.

“De la cotidianidad, de los problemas y del mundo en el que vivimos de ahí vienen mis ideas” afirmó cuando me interese en su imaginación. Realmente Martin es un artista, es una persona que siente y percibe con gran sensibilidad  lo que ocurre  en su entorno y aprovechando todo lo que su talento le otorga esta labrando un camino hacia el éxito y el reconocimiento.

Este artista no solo dedica sus días a crear, también es consciente de que su técnica debe ser propagada y por esto también es profesor, dicta clases de arte en su taller todos los martes y jueves. “es un reto pero también un placer compartir mi espacio con quienes quieren aprender de mi arte”.

FUI ESCLAVO DE MIS CLIENTES

Antes de ser artista Martin fue publicista, tuvo una agencia con unos compañeros en la cual trabajaron por varios años, sin embargo el sentía que no podía expresar su talento libremente, sentía que su inspiración estaba reprimida y asegura haberse convertido en “un esclavo de sus clientes”, siendo publicista debía ceñirse a las peticiones de los demás, debía hacerle a sus obras lo cambios que ellos deseaban. “no era libre de expresarme” dijo  y esto lo hizo desistir de esta profesión y encontrar su verdadera vocación e identidad en las arte plásticas.


Desde hace un año hace parte de la Galería Casa Cuadrada en Bogotá y asegura que le debe su actual reconocimiento a la galería, que después de haber ganado el concurso que lo vinculo al salón de arte, sus obras se han vendido como pan caliente y su futuro avizora mucha prosperidad.

Martin Macera es un sinónimo del artista.  Al igual que un poeta, un escritor o un periodista es  un contador de historias que con el alma en sus manos fabrica una realidad pero le da un tono pintoresco para no olvidar que  la vida aunque irónica también tiene color.


El encierro

Camila se levantó esa mañana dispuesta a hacerlo, nadie la odiaba, nadie la quería matar, nadie le deseaba su cruel destino, pero había alguien que no la amaba, había un hombre que no la conocía.

El día amaneció nublado, el frio que penetraba los huesos se  coló en su corazón agonizante y anunció la tragedia.

Ella no sufría, no lloraba, no sentía la soledad de su habitación, pero quería sufrir, deseaba llorar y anhelaba sentir que el silencio la asesinaba cada minuto una y otra vez. Camila solo quería vivir.

Sentada junto al cadáver recordó cuando en la mañana se levanto descalza porque quería sentir el frio del suelo pero su alfombra se lo impidió, el café estaba caliente, la prensa bajo la puerta, su apartamento en silencio y el reloj a tiempo. La decisión estaba tomada.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ninguna rodo por su mejilla, quiso gritar por la ventana, correr por ningún lado, besar a algún desconocido, amar a su vecino y morir en el primer instante del día que nunca llega. Tal vez mañana, pero entonces se detuvo y pensó –nunca es mañana, ¿Cuándo moriré?, ahora Camila en realidad no sabía si lo que deseaba era vivir o morir.

La confusión se apodero del momento por un minuto, pero haberlo hecho fue el camino hacia la luz.

Después acaricio el rostro pálido del cuerpo tendido junto a ella y lloró se rió, lo besó, lo mató una vez mas y cansada de vivir se desvaneció sobre él.

Entonces lo logró, sintió tristeza, sintió un vacio en su estomago, un  nudo en la garganta y fue entonces cuando el verdadero dolor provocó que sus ojos se llenaran de lagrimas que rodaban por sus mejillas y se posaban irónicamente en su cuello. Era real, por fin Camila vivió.

Patricio era su vecino,  un joven inocente,  una persona ajena al conflicto y al amor de Camila. Sin embargo era el culpable del sufrimiento y la pasión perfecta que la embriagaba.

Una botella de vino en el suelo, una navaja que clavada en la yugular del cuerpo inerte creaba el mar de sangre que mancho la alfombra y una expresión de sorpresa y agonía fue el escenario que necesito Camila para liberarse.

Aparentemente aquella navaja que apuñaló la garganta del hombre creo el nudo que desató el sufrimiento que pedía a gritos la vida de ella.

Esa mañana Camila asesinó al hombre que amaba en silencio, acabo con la posibilidad de ser conocida, pero vivió tan intensamente esos pocos minutos, que desde la celda que hora habita, tiene la certeza de volverlo a hacer. Por fin se siente presa de la vida, por fin se siente encadenada a algo distinto a ella misma